viernes, 5 de noviembre de 2010

LECTURA COMPLEMENTARIA: ROMANTICISMO EN HISPANOAMÉRICA

Siglo XIX y Romanticismo en Hispanoamérica
Introducción
Alrededor de 1830 la mayor parte de la América hispana se ha independizado de la metrópoli, España. El resultado no fue del todo el deseado por los ideólogos de la revolución: la ruptura total con la cultura peninsular. Sin embargo, se promocionaron literaturas "más avanzadas" como la francesa. Como resultado, la poesía hispanoamericana inicia un lento despegue hacia un rumbo propio. A pesar de todo, los románticos americanos no dejan de leer autores españoles.

Por otro lado, cabe destacar la vinculación entre literatura y política en el XIX americano. Las nuevas naciones, que nacieron de los criollos apoyados en los ideales de la ilustración y las revoluciones norteamericana y francesa, reaccionan contra el propio racionalismo ilustrado y, bajo la exaltación patriótica propia del romanticismo, se cantan a las nuevas identidades nacionales. Se elaboran historias de la literatura nacionales y se trabaja para alcanzar una identidad cultural nacional en cada nuevo país.

Tras los ideales ilustrados y la emancipación de España, el Romanticismo exalta las nuevas identidades nacionales.

Así las cosas, los poetas románticos posan sus ojos en nuevas literaturas, lo que supone el fin del monopolio de la poesía peninsular española en el continente, pero no su desaparición. Predomina fundamentalmente la francesa. De hecho, el romanticismo hispanoamericano es heredero de estos dos países, España y Francia. Desde la década de 1810 hasta 1870, la sociedad sufre cambios de importancia: queda abolida la esclavitud y la servidumbre de los indios y en el orden económico, se implanta el sistema liberal.

Características generales

El romanticismo llega a Hispanoamérica con su estructura fundamental: exaltación de los sentimientos, visión del poeta como creador libre, subjetivismo, el amor como tema predilecto, evasión y al mismo tiempo compromiso, gusto por lo decrépito, lo melancólico, ambientes y temas históricos... De hecho, el romanticismo es una de las etapas artísticas mejor definidas internacionalmente, donde las diferencias no son excesivamente diferenciadoras.

Evidentemente, en América del Sur se establecen rasgos comunes que lo distinguen del romanticismo europeo o norteamericano. Un ejemplo es, en el marco romántico, el tema histórico. Si los románticos europeos se decantan primordialmente por los paisajes góticos, los americanos, en consonancia con la emancipación de España, prefieren paisajes y temas precolombinos. Por esta senda, el romanticismo suramericano desarrolla un tema ya latente en época colonial: "el buen salvaje", en contraposición con los vicios de la vida urbana importada del europeo. Así mismo, el gusto por lo irracional y la naturaleza como expresión de libertad, se magnifican aún más.

Como sucediera con el renacimiento y el barroco, el romanticismo, otra tendencia europea al fin y al cabo, se impregna del colorido y la personalidad de lo americano. Otra diferencia es que si en Europa el romanticismo tuvo una vertiente revolucionaria ligada al liberalismo (en lucha con el absolutismo del viejo continente) en la América recién emancipada el romanticismo se centró más en aspectos patrióticos, ya que salían de manos de criollos liberales, clase en el poder, principalmente. Las reivindicaciones de los poetas se concentraba en confirmar las identidades nacionales recién adquiridas. Sin embargo, a partir de 1860 los poetas se centrarán más en sus sentimientos.

Poesía Romántica hispanoamericana
El romanticismo llega a suelo americano por dos vías, una de influencia francesa y otra con mayor tradición española. Por un lado el escritor argentino Esteban Echeverría (1805-1851), tras su viaje por Francia, llega a su país influido por Hugo, Lamartine o Chateaubriand, introduciendo el romanticismo. El movimiento se extiende a Chile y Uruguay. Con un romanticismo de corte español, José Joaquín de Mora (1782-1864) viaja por Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Fernando Velarde (1821-1880) reafirma los principios de Mora, pero con una poesía grandilocuente. Divulgará su poesía por Cuba, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile, Colombia y Guatemala, convirtiéndose en ídolo de la juventud.

José María Heredia

Uno de los grandes nombres de la poesía romántica fue José María Heredia (1803-1839), nació en Cuba y fue poeta precoz, de temas amorosos y patrióticos. Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), también cubana, practicó un romanticismo próximo a veces a los poetas místicos. Su poesía se centra en el tema del amor desdichado y pesimista como puede verse en algunos de sus sonetos más conocidos: A partir, A él, A la poesía, publicados antes de 1841 y recogidos en un libro de poemas en 1851. Otros románticos a recordar son José Manuel Marroquín, José Eusebio Caro, Juan Clemente Zenea, Eduardo Acevedo Díaz, Juan Díaz Covarrubias y Francisco González Bocanegra. Del romanticismo tardío cabe destacar al peruano Ricardo Palma y a Carlos Guido Spano, Ricardo Gutiérrez, Olegario V. Andrade, Manuel María Flores y Manuel Acuña.

Otras tendencias del siglo XIX

Previa al romanticismo, pero casi coetánea, encontramos la poesía de Andrés Bello (1781-1865), de corte neoclásico. Es sin duda uno de los más destacados líricos del siglo.

Por otro lado, en el contexto del nuevo patriotismo y del ansia de libertad romántica, nace en Argentina la poesía gauchesca, aquella cuyo protagonista es el gaucho de la Pampa, idealizado como héroe en libertad. Su máxima figura es el poeta argentino José Hernández (1834-1886).

Por último, decir que fue a finales del siglo XIX cuando la primera corriente genuinamente americana, el Modernismo, se perfila en poetas como el cubano José Martí (1853-1895) y el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera (1858-1895).
El Romanticismo surge a finales del siglo XVIII y principios del XIX, en Hispanoamérica comienza en 1780 con el movimiento de emancipación en Latinoamérica y luego con el surgimiento de algunas guerras civiles, todo tras el ideal de independencia, la cual comenzó con Brasil en 1822 y de allí en adelante con la independencia de más países.

El primer autor romántico del continente hispanoamericano fue José Eusebio Caro, con su poema Lara. Otros destacados y muy reconocidos autores que pertenecieron a este género literario, y que no podría pasar de largo o por lo menos mencionar su nombre son: Esteban Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento, José Mármol, Gregorio Gutiérrez González y el colombiano Jorge Isaacs.

La novela costumbrista nació paralela con la romántica, por lo que suelen fusionarlas en una sola, y llamar a la costumbrista romántica costumbrista; el principal y más destacado escritor del costumbrismo es Eugenio Díaz, con su tan famosa novela, Manuela.

Para continuar con esta brevísima cronología literaria; si así se puede llamar, se debe seguir con el Vanguardismo, este va contra la realidad primaria, quiere crear otra realidad. Los vanguardistas transformaron los géneros literarios y elogiaron la fragmentación.

Aquí encontramos autores de gran renombre a nivel mundial, como Jorge Luís Borges, Luís Vidales, Pablo Neruda, Nicolás Guillén y César Vallejo.

Los rasgos de la literatura del romanticismo son:
Individualismo: tienden a expresar lo subjetivo.
Exaltación de la libertad y el espíritu rebelde.
Idealismo: aspiración a lo espiritual y defensa de los ideales.
Irracionalismo: predominio de los instintos, las pasiones…
Exotismo y evasión: suelen ver frustrados sus ideales y tienden a evadirse situando sus obras en mundos exóticos, irreales…
Lenguaje retórico y exaltado.
Originalidad.

La divisa en América es la libertad en todos los órdenes. Intenta desasirse de las tradiciones peninsulares (España), definir su cultura, mostrar su distinta realidad. Sienten simpatía por la “Joven España”, es decir, por el conjunto de hombres que en ese tiempo lucha en la Península por la renovación y por la libertad.

Los escritores románticos hispanoamericanos recurren a los siguientes temas – símbolos:
1. La naturaleza, prolongación de la sensibilidad.
2. La valoración de la Historia. El tema político.
3. Ideales de libertad y de progreso.
4. El amor a la patria.
5. Voluntad de gloria.
6. El héroe (histórico, casi legendario, patriótico, sombrío y fatal (el bandido), el viajero desconocido, el gaucho).
7. La familia.
8. La eternidad del amor.
9. La mujer.
10. Las cartas y las flores
11. Lo exótico
12. Lo fantástico o el vuelo hacia las inmensas regiones de la imaginación.
13. Exaltación del yo, única medida y única norma.
14. La vida y la muerte. El anhelo de evasión.
15. El inexorable destino.
16. La religión.
17. El costumbrismo (trata de exaltar los modos de vivir nacionales, describe los tipos y costumbres de su país). Los temas costumbristas son:
-Lo peculiar de los ambientes,
-Lo típico de los personajes,
-La critica de los malos gobiernos
-Los paisajes
-Los animales

jueves, 4 de noviembre de 2010

ACTIVIDAD 2 ARGUMENTOS DE OBRAS LITERARIAS DEL NEOCLASICISMO

Instrucciones: Investiga el argumento de las siguientes obras literarias de José Joaquín Fernández de Lizardi:

a) La quijotita y su prima
b)La vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda

viernes, 22 de octubre de 2010

LINEAMIENTOS DE ENTREGA DE REPORTES DE LECTURA

LITERATURA MEXICANA E HISPANOAMERICANA
Lic. Violeta Ramírez Mora


Lineamientos para entrega de Reportes de Lectura

Los reportes de lectura se entregarán respetando los siguientes lineamientos para su evaluación:
1. Se entregarán respetando el orden de los datos solicitados
2. Cuidar la redacción y ortografía de su contenido
3. Pueden entregarse elaborados con ayuda de PC o bien a mano
4. Se entregarán en el siguiente formato:-En dos hojas blancas tamaño carta, recicladas, no en hojas de libreta.-En la primera hoja, se escribirá en la esquina superior derecha los datos del alumno (a) respetando el siguiente orden:
a) Nombre del alumno (Comenzando con apellido Paterno)
b) Grupo
c)Nombre de la asignatura
d) Fecha de entrega de reporte de lectura
-Luego, en el cuerpo de la primera hoja, redactarán el objetivo de la lectura, ¿cuál es el propósito de esta lectura, qué quiere darnos a conocer el autor?
-En esa misma hoja, tendrán que anotar dos comentarios sobre la lectura solicitada en el siguiente formato:
Comentario 1: ……………………………………………………
Comentario 2: …………………………………………………..
En sus comentarios tendrán que plasmar lo qué piensan del contenido de la lectura, lo que dijo el autor, si coinciden con lo que él señaló o caso contrario si no están de acuerdo con lo que dice el autor, si les pareció interesante, pero sus comentarios siempre tienen que ir sustentados, si dicen una afirmación, justifíquenla o si apoyan lo que dice el autor, también expliquen los motivos por qué les parece bueno el contenido del texto.
-Posteriormente, en la segunda hoja plasmarán un mapa conceptual o mental en donde expliquen el contenido de la lectura
.5. Los reportes de lectura se entregarán para la fecha solicitada por el docente y se entregarán mientras se pasa lista, al escucharse el nombre del alumno, favor de entregarlo.6. No se reciben reportes de lectura fuera de fecha de entrega, salvo casos especiales, por motivos de fuerza mayor.

ACTIVIDAD 1: REPORTE DE LECTURA

UNIDAD 4: EL HUMANISMO, LA ILUSTRACIÓN Y EL NEOCLASICISMO

Instrucciones: Elabora un reporte de lectura sobre el siguiente texto



El discurso literario de Francisco Javier Alegre en su proposición sobre la infidelidad
Apuntes de una traducción*
El siglo XVIII marca un hito importante en la historia de las letras mexicanas. El cálamo disidente y rebelde de los teólogos jesuitas que enarbolaron la bandera del mexicanismo nos ofrece una abundante fuente de materiales, escritos en latín en su mayoría, que hoy por hoy sigue sorprendiéndonos con las tesis que sin duda fueron causa, en gran medida, de la expulsión de la Orden de todos los territorios de la corona española. Un punzante arsenal de ideología humanística desfila por las páginas de estos autores, páginas que no quieren continuar guardando silencio en los archivos de libros viejos y de bibliotecas antiguas. Con ellos asistimos a los orígenes de una cultura nacionalista, nutrida de un sentir marcadamente patriótico, al saber que fueron los primeros en rehusar ser llamados españoles mexicanos para promulgarse simplemente mexicanos. Una de las obras más importantes y representativas de este periodo, a pesar de haber sido escrita en el exilio, es la que se intitula Instituciones Teológicas1 del P. Francisco Javier Alegre, uno de los jesuitas mexicanos transterrados en 1767; se encuentran dispuestas en siete volúmenes y cada uno contiene un número determinado de libros (son 18 en total) que, a su vez, se dividen en proposiciones con una subesctructura, el párrafo (o parágrafo). Pensar en ella como una obra de rancia sabiduría eclesiástica destinada sólo a un selecto sector de clérigos intelectuales sería gravísimo error. Su actualidad e interés han sobrevivido a los siglos y hoy se nos presenta como un filón de estudio para quienes estamos ávidos de conocer los elementos ideológicos que conforman el perfil del mexicano. Los latinistas tenemos el deber de ofrecer nuestro trabajo de traducción para difundir este tipo de obras, pues conforman una parte importantísima de la literatura mexicana, dado que el discurso literario subyace al planteamiento argumentativo de la exposición escolástica propia del discurso teológico.
Ahora bien, ¿por qué un teólogo?, ¿por qué una obra escrita en latín?, ¿por qué Alegre? La teología era, en ese momento, una ciencia que tenía que abarcar todo el saber, era toda una cultura en su más amplia significación que debía explicar a Dios en el contexto de la evangelización de estas tierras. El latín era no sólo la lengua de la ciencia y de la cultura, sino también la herramienta didáctica más eficaz para lograr agudeza y lógica mental; además, Ignacio de Loyola, fundador de la Sociedad de Jesús, estaba convencido de que era imperiosa necesidad manejar la lengua de los romanos, no por mero afán de erudición, sino porque con ella se dotaba al estudiante de una gran pericia en el manejo de la palabra. La Ratio Studiorum (plan de estudios de la Orden) tenía fines muy claros al otorgarle tal relevancia: estudiar cuatro horas diarias, aprender de memoria párrafos selectos para adquirir un caudal de expresiones, componer por escrito por lo menos dos veces al día, hablar e ingresar a diversos certámenes donde se hacía gala de su manejo, nos evidencia la importancia que tenía la lengua del Lacio en las aulas jesuitas para la formación humanística. Uno de los hijos prodigio más sobresaliente de este riguroso esquema de enseñanza es Francisco Javier Alegre. La influencia que sobre él tienen no sólo el mayor exponente de la prosa clásica, Cicerón, sino también otros autores no menos importantes, como Persio y Tertuliano, se materializa en su discurso latino mediante expresiones comunes, empleadas por Alegre como frases hechas dotadas de enorme valor semántico y literario.
En su proposición sobre la infidelidad,2 da clara muestra de un humanismo en el que tiene siempre presente la dignidad del hombre, llámese sarraceno, judío o indígena (aunque nunca utilice gentilicios americanos), de aquel que no debe ser obligado a creer si no lo desea, que no puede ser despojado de su derecho a hacerse escuchar, que no debe ser juzgado esencialmente malo por no tener conocimiento de la fe y que, en todo caso, denigrada su dignidad, puede válidamente responder a las injurias que atentan contra el derecho natural con justa guerra; en fin, toca incluso la llaga todavía doliente del tema del exilio, exponiendo que nadie puede ser privado del derecho a permanecer en el suelo patrio. Y, como si escucháramos su voz allende los mares, consideraba perverso el hecho de subyugar a los infieles por la sola razón de no asumir la religión católica: ¿y cómo asumirla sin haberles sido predicada?; nosotros agregaríamos: ¿cómo comprenderla si ni siquiera conocían la lengua en la que se les predicaba?
Se trata de un asunto cuyas repercusiones van más allá de consideraciones meramente teológicas; en efecto, encontramos al humanista en defensa de uno de los más elementales derechos del hombre: creer por su voluntad, no por la coacción ni por la violencia. Esto nos conduce, dicho sea de paso, a hacer una serie de reflexiones en torno a los actos del poder civil y eclesiástico en contra de diferentes pueblos que fueron violentados, ultrajados y compelidos a abrazar la religión católica. Hay, evidentemente, una velada alusión a lo que ocurrió en estas tierras durante el proceso de evangelización.
Alegre fundamenta sus tesis sobre la infidelidad en la cuestión 10 de la 2-2 de la Suma Teológica de Santo Tomás y nos presenta su punto de vista, apoyado primordialmente en el derecho natural, al cual todos estamos por igual sujetos independientemente del credo, y que no puede ser manipulado por el poder eclesiástico, ya que su jurisdicción compete estrictamente al ámbito espiritual. Pero ahora, en pleno siglo XX, en el que vemos desfilar innumerables sectas protestantes que atacan a la Iglesia Católica, resulta muy constructivo leer a este jesuita en lo referente al tema de la infidelidad, porque podemos llegar con él a la conclusión de que hay instituciones y hombres, épocas y situaciones, contextos y condiciones, y que la manera en que era asumida la religión en una época no puede servir como argumento detractor de la forma en que se concibe actualmente. Ya el mismo Alegre deja entrever la indignación que le causa la injusticia y la vejación contra los no católicos; sin embargo, es como si dijera: a César lo de César, y a Dios lo de Dios, entendiendo los hechos en su contexto y circunstancias. Lo mismo ahora, no podemos tildar de perversos a todos los integrantes de la Iglesia Católica porque vimos una película sobre los escándalos de un sacerdote o porque leímos alguna novela de moda sobre las atrocidades de la Inquisición. Lejos de pretender hacer una apología de la Iglesia y lejos también de dejarnos llevar por los prejuicios, nos unimos simplemente al ejército de los defensores de los derechos fundamentales del ser humano y apoyamos la postura de Alegre en esta proposición: creer por la propia y libre voluntad.
En cuanto a su estilo, encontramos una especie de mosaico que refleja una gama de formas para expresar su pensamiento. Hace gala no sólo de un suficiente y profundo conocimiento de la lengua que hablaron los romanos, sino que además nos la presenta en su manifestación más mexicana, con el influjo de la gramática castellana que se manejaba en la época y con un caudal de neologismos que necesariamente surgieron para denotar los elementos que no existían en el latín clásico, como balivus-i (se trata de un anglicismo latino que se traduce como bailío, es decir, persona que posee un bailiaje; baile es el nombre de algunos magistrados antiguos) y personatus-us (el personado es una dignidad o prerrogativa eclesiástica, sin jurisdicción alguna). Se trata de un latín enriquecido con el toque mexicano que representa, a nuestro modo de ver, todo un reto a enfrentar en la investigación de la lengua, pues supone el estudio del método de su enseñanza y las tendencias gramaticales de su contexto histórico, las cuales se encuentran en Europa, ya en pleno siglo XVIII, en medio de un movimiento fuertemente antibarroco, siendo Francia el foco de esta corriente denominada neoclasicismo. Ésta surge como una reacción contra las extravagancias estilísticas y ornamentales en la lengua y pugna por una revaloración de la tradición clásica antigua para darle la vitalidad necesaria en la cultura de ese momento. Nuestro autor no está al margen de estas innovaciones y se une también a este movimiento bebiendo de una doble fuente: la búsqueda directa en las obras clásicas antiguas y la aprehensión de obras neoclasicistas europeas, fundamentalmente francesas. Pensemos en su traducción en verso castellano del Arte Poética de Boileau, por citar tan sólo un ejemplo. De este modo, la lengua latina alegriana presenta básicamente esta triple influencia:
La tradición gramatical clásica latina (Cicerón y Virgilio).
La corriente gramatical castellana de la época.
El movimiento antibarroco neoclasicista francés.
A pesar de que la proposición está cargada de citas textuales de la Sagrada Escritura y de documentos pontificios, que, por lo demás, no son un obstáculo en la apreciación de lo alegriano propiamente dicho, encontramos una serie de rasgos que dan carácter de literario al texto. Hay un elemento estilístico que lo dota de gran vitalidad: el dialogismo. El diálogo es un recurso de larga tradición en la antigüedad que comenzó a tener gran influjo entre los escritores griegos a partir de Platón en sus famosos Diálogos y que luego encontramos muy utilizado entre los autores latinos, como Séneca y Cicerón, en su variante denominada sermocinatio dialogica, llamada en latín percontatio. Se trata de un juego de preguntas y respuestas o exsuscitatio, dirigida al lector con auxilio de la interrogatio, en donde el autor finge mantener un diálogo con la parte contraria o con el lector. Ya en la tradición literaria novohispana resulta también muy empleado por Eguiara y Eguren y por Gamarra. El dialogismo alegriano y, en general, el de los autores de este periodo, tiene la función de poner a la vista del lector las posibles objeciones a sus tesis y es empleado como recurso para defender su postura y exponer la contraargumentación.
Es significativo también el empleo del juego retórico denominado quiasmo. Se trata de la repetición de sonidos, expresiones o vocablos iguales, semejantes o antitéticos, redistribuyéndolos en forma cruzada y simétrica, de manera que, aunque se reconozcan como semejantes, ofrezcan una disparidad de significado que resulte antitética. En este caso, el juego se presenta con los vocablos opportune-importune del siguiente modo: Dixi satis in fide instructos, et firmos, quoniam etiam in his nostrorum temporum Haeretici, quae ad Mathematicas, et Phisicas disciplinas pertinent, multa opportune, importune intermiscent irreligionis, et impietatis semina3 (Dije: bastante instruidos y firmes en la fe, porque también los herejes de nuestros tiempos, con oportunidad, importunamente mezclan muchas semillas de irreligión e impiedad que son propias de las disciplinas matemáticas o físicas).
Y para dar un relieve más estético a la exposición, enriquece Alegre su trabajo con algunas expresiones clásicas, como: Circa infideles autem in genere plura disputantur a Theologis, quae brevi calamo perstringere operae pretium erit4 (Pero los teólogos disputan muchas cosas acerca de los géneros de la infidelidad, las cuales valdrá la pena abordar con breve pluma) o Pro resolutione notandum, alios esse haereticos, qui errorem una cum nutricis lacte suxerunt5 (Por una resolución, debe distinguirse que unos son herejes que mamaron el error juntamente con la leche de la nodriza), en las que encontramos una muestra de la reminiscencia de los giros que hallamos en Virgilio y en Cicerón.
El texto en sí mismo es claro y fluido, y, además, resulta elegantemente expuesto con estos elementos. No sólo enriquece al teólogo, al filósofo o al historiador, sino que deleita también al literato. Son pocos los inconvenientes que presenta, quizá el más oneroso sería que contiene un número considerable de referencias a documentos eclesiásticos (cánones, decretales, constituciones pontificias), mismas que hay que dejar en latín, pues se ofrecen citando las dos o tres primeras palabras del documento y, dado que carecen de contexto, es preferible no traducirlas; algunas resultaron un verdadero enigma, pues no existe un criterio uniforme en su disposición y hay, seguramente, un número incalculable de erratas que muy probablemente son resultado del descuido del editor o de que Alegre daba por supuesto que sus lectores tenían pleno conocimiento de estos documentos y que no era necesario precisar su exposición. Es seguro que nunca imaginó que, después de más de dos siglos, habría alguna ilusa latinista interesada en ofrecer una versión castellana de una mínima parte de su obra y que estaría en serios aprietos por no encontrar las fuentes que consultó. Seguramente tampoco imaginó que no sólo la ilusa latinista, sino también todo estudioso de la cultura mexicana, con el deseo de conocer su obra y de beber de su inmensa fuente humanística, se preguntaría el significado de esas referencias aparentemente indescifrables. En fin, no somos teólogos. Si nos acercamos a Alegre con el sano propósito de disfrutar de sus enseñanzas los "inconvenientes" no se erigirán como obstáculo para acceder a una lectura interesante y provechosa.
Notas
* Esta traducción forma parte de un proyecto que antologa algunas obras de autores jesuitas mexicanos. RELiM ofrecerá oportunamente la referencia bibliográfica y la reseña.
1. La portada de la edición que empleamos para hacer la versión castellana dice así: FRANCISCI XAVIERII / ALEGRII (...), INSTITUTIONUM THEOLOGICARUM / Libri XVIII (...) / Venetiis / Typis Antonii Zattae, et Filiorum. (7 vols., 1789-1791). Gracias a la amable colaboración de los padres jesuitas de la Biblioteca Eusebio Kino, en especial a la del Padre Salvador Treviño, pudimos obtener una fotocopia del único ejemplar completo al que tuvimos acceso; aunque existe otro en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia y en la Biblioteca Nacional sobreviven a la inaudita desaparición dos de los siete volúmenes, pero las fechas de impresión son las mismas en los tres casos.
2. T. III, L. VII De homine, et ejus dotibus naturalibus (Acerca del Hombre y sus dotes naturales); prop. X Infidelitas vitium est, cujus diversae species recensentur. D. Thom. 2.2. q. 10. art. I (La infidelidad es un vicio, cuyas diversas especies son examinadas. Sto. Tomás, 2-2, q. 10, a. 1); pp. 586-609.
3. Párrafo 18, p. 604.
4. Párrafo 3, p. 588.
5. Párrafo 17, p. 601.
Fuente: Revista electrónica de Literatura Mexicana, enero-marzo 1990 consultada en: http://ilianar.tripod.com/dos/en-2-3.htm 17 de octubre de 2010